jueves, 1 de agosto de 2019

SANTA ROSA CARTA 18

1 D’AGOST
Querido misionero peruano,
Hoy vengo a hablarte de la templanza. ¡Si, has oído bien! Y cuidado, no la confundas con la “Ten Panza”, que pese a que en esta aventura peruana hay algunos que la tienen muy asimilada, no es en la que nos centramos hoy. Hablamos de la templanza, que como muchas otras virtudes, necesitan de otros para vivir en plenitud. Esta virtud de la que te voy a hablar hoy requiere el trato de muchas otras virtudes, entre otras, la vergüenza, el pudor, la modestia, la castidad (custodia de la propia intimidad) y la honestidad, entre otras. 
Hay que añadir una larga lista de virtudes que acompañan la templanza y hacen prosperar su ejercicio: la continencia, la humildad, la mansedumbre, la clemencia, la modestia, la eutrapèlia  (saber disfrutar de las cosas buenas y moderar según razón las diversions), la sobriedad, el desprendimiento y la moderación.
La templanza no sólo oscurece la inteligencia, sino que además hace que se pierda la libertad interior, el dominio de sí mismo, y uno se hace esclavo de sus pasiones y se incapacita para amar de verdad.

Todos nos damos cuenta de la belleza que entraña esta virtud, en defender el orden interior de la persona, pero no sólo es bella la virtud, sino que a la vez embellece todo el hombre. la templanza es el origen y la condición de toda verdadera valentía, para hacer frente a la fuerza del mal que hace estragos por el mundo. Cuando ésta no es vivida, y la persona se deja llevar por las pasiones, surgen caracteres dominados por la droga, el alcoholismo, la adicción al sexo, la locura de la vanagloria, una irritabilidad patológica, etc., que no poseen nada de atractivo y que destruyen la misma persona, vierten en frustración, y generan un malestar a todos los que los rodean.

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