jueves, 11 de julio de 2019

SANTA ROSA CARTA 28



11 D’AGOST
Querido misionero peruano,
Hoy os voy a contar la historia de una amiga mia, Clara. La conocereis como Santa Clara de Asis, una chica que renunció a una vida de nobleza y abundantes riquezas para vivir de forma humilde y pobre.
Y es que Clara, con tan solo 18 años, con un gesto audaz y valiente inspirado por el profundo deseo de seguir a Cristo y por su admiración a San Francisco, dejó los lujos de su casa paterna y se unió en secreto a los Frailes Menores. Vestida con un burdo hábito, mi querida amiga se convirtió en virgen esposa de Cristo y se consagraba totalmente a Él. Para Clara el gran Francisco de Asís no solo fue un maestro cuyas enseñanzas seguir, sinó también un amigo fraterno. La amistad entre estos dos santos constituye un aspecto muy hermoso e importante.
Posteriormente entró en el convento de San Damián, donde practicó de modo heroico las virtudes que deberían distinguir a todo cristiano: la humildad, el espíritu de piedad y de penitencia, y la caridad. Aunque era la superiora, ella quería servir personalmente a las hermanas enfermas, dedicándose incluso a tareas muy humildes, pues la caridad supera toda resistencia y quien ama hace todos los sacrificios con alegría. Su fe en la presencia real de la Eucaristía era tan grande que, en dos ocasiones, se verificó un hecho prodigioso. Sólo con la ostensión del Santísimo Sacramento, alejó a los soldados mercenarios sarracenos, que estaban a punto de atacar el convento de San Damián y de devastar la ciudad de Asís. 


 «Feliz, ciertamente, aquella a la que se concede gozar de estas sagradas nupcias, para adherirse desde lo más hondo del corazón a aquel cuya belleza admiran incesantemente todos los dichosos ejércitos de los cielos, cuyo afecto apasiona, cuya contemplación conforta, cuya benignidad sacia, cuya suavidad calma, cuyo recuerdo resplandece suavemente, cuyo perfume devuelve los muertos a la vida y cuya visión gloriosa hará bienaventurados a todos los ciudadanos de la Jerusalén celestial. Y, puesto que él es esplendor de la gloria, candor de la luz eterna y espejo sin mancha, mira cada día este espejo, oh reina esposa de Jesucristo, y escruta continuamente en él su rostro». (Sta. Clara)

 Resumen de la catequesis ss. Benedicto XVI 

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